viernes, 11 de enero de 2019

Allí estaba.


Allí estaba.
A la vista de todos.
Con fuego en sus tonos,
susurrando sus formas
diferenciadas en aquel campo
de algodón en espigas.
Con el primer soplo flotó
y con el siguiente qué golpeó
aquel lugar, ascendió bailando,
luego resbaló en el inquieto aire
mientras hipnotizado la miraba.
Se alejó surfeando entre las corrientes
sin yo saber su rumbo o procedencia.
Cuando dejé de verla
volví a mis inquietudes,
a esa tenue paz que recorre
las rutinas de los quehaceres,
pero, algo vibró en mi interior
activando un reflejo imparable
exteriorizando en una sonrisa.
Había visto brillar una estrella.
Otra vez.

Mateo Redondo Calonge