miércoles, 28 de enero de 2015

Pesadilla de un cuentista.

Sueño con desespero,
girando con frenesí,
de un lado, del otro.
Veo hojas de papel,
torbellinos de hojas
en blanco abalanzándose
voraces sobre una mesa,
rebotan, caen, ascienden,
me golpean, me envuelven.
Necesito un lápiz,
he de escribir algo,
busco en mis ropas,
en la mochila, en el suelo,
me encaramo en la mesa
y en uno de los cajones
escondido en la penumbra
descubro un lápiz afilado.
Con él en mi mano
me revuelvo con rapidez,
con la mano libre
atrapo una de las hojas
sobre el tablero de la mesa,
las demás hojas se paran,
se quedan quietas en el aire
expectantes por ver mi escrito.
Sin miramientos
aproximo el lápiz
a la inmaculada hoja,
todo en ese momento
volverá a su sitio
en cuanto escriba,
pero…
mi mano no se mueve,
ni dibujo un punto,
mi mente…está en blanco,
me ha abandonado
para vagar por los mundos,
intentando enriquecerse
de infinitos y diversos sentimientos.
Desde su lejanía
percibe mi inquietud
y amorosamente
siento nuestra conjunción
haciéndome mover la mano,
con lo que dejándome llevar,
al fin esbozo sobre el papel
de un solo trazo
el signo de infinito.