Entre
roces y palabras tiernas sus corazones se mecían,
mientras
sus pensamientos eran cómplices en deseos,
en
intentar parar el tiempo y que la noche no avanzase,
tras
aquellas pletóricas noches de roces y besos.
Deseaban
que el amanecer que emborrona el cielo estrellado
se
despistara llegando tarde a su solemne cita.
Aunque
no querían que el sueño les venciese
la
relajación de sus sentidos evidentemente les alcanzaba.
Les
molestaba separarse tras el brillante alba
de
amaneceres encendidos con aromas entrelazados,
ya
que debían de tomar sendas que se alejaban.
Pensaban
que el día bromeaba alargando la jornada
haciendo
que sus añoranzas trotasen sin descansar.
¡Estaban
inmersos en el amor!
Se
completaban el uno al otro con alegría, ilusiones y vida
como
una colorida floración en una radiante primavera.
¡Cuántos
matices
tiene el amor!
Pero,
un día mientras uno con ansia esperaba
el
otro no se presentó, sin tan siquiera avisó.
¡Ay!
Cómo se extendió la loca inseguridad
al
que con incertidumbre e inquietud aguardaba.
Más
tarde llegó un escueto y quebradizo mensaje
lamentando
el no desear continuar la relación.
Tras
leerlo aquel que confiaba sin desearlo se sumergió
en
sentimientos opacos de decepción que lo arrastraron
hasta
el torbellino punzante del desespero.
La
pesada desdicha le aprisionó con firmeza
entre
su manto de múltiples interrogantes.
¡Qué
inmenso es el desasosiego!
Lo
que para uno era un profundo romance,
para
el otro, tan sólo fue un ardiente escape.
Del
que esperaba no salió ningún reproche
ya
que el concepto que tenía del amor
era
dar y lo primero que había que otorgar
sin
ninguna duda era ampliamente libertad.
Mateo
Redondo Calonge
Imagen
de PicsArt (free to edit).