viernes, 11 de enero de 2019

Allí estaba.


Allí estaba.
A la vista de todos.
Con fuego en sus tonos,
susurrando sus formas
diferenciadas en aquel campo
de algodón en espigas.
Con el primer soplo flotó
y con el siguiente qué golpeó
aquel lugar, ascendió bailando,
luego resbaló en el inquieto aire
mientras hipnotizado la miraba.
Se alejó surfeando entre las corrientes
sin yo saber su rumbo o procedencia.
Cuando dejé de verla
volví a mis inquietudes,
a esa tenue paz que recorre
las rutinas de los quehaceres,
pero, algo vibró en mi interior
activando un reflejo imparable
exteriorizando en una sonrisa.
Había visto brillar una estrella.
Otra vez.

Mateo Redondo Calonge

lunes, 5 de febrero de 2018

Donde murmuran los arroyos.

Donde murmuran los arroyos.
Allí fue aquel ser fragmentado.
Había deambulado engañado
entre gente que sonreía,
se topó con una farsa
de materialismo y apariencia.
Su confianza se desvaneció
como la niebla bajo el sol.
Ahora necesitaba encontrar
aquella sencillez perdida,
borrar el amargor acumulado
y reintegrarse en sí mismo.
Donde murmuran los arroyos.
Allí fue aquel ser fragmentado.
Hurgó con su sensibilidad
en todos los detalles,
contempló los espectros
hasta poder reconocer
la ferocidad de la enredadera,
el frescor del recodo escondido
entre curvas de rocas pintadas
de frondosos humedales,
encontró los lumínicos rayos solares
atravesando malezas, copas y ramas,
reflejándose en pizarras, en granitos,
en la misma fría agua que saltaba
de escalón en escalón susurrando.
Donde murmuran los arroyos.
Allí fue aquel ser fragmentado.
Tratando de reconstruir su alma
defraudada por indiferencias,
por postureos intranscendentes.
Necesitaba esperanzas sencillas
de seres sin cadenas de egoísmos.
Poco a poco su vibración mejoró
entre los cantos del agua y la luna,
mientras los días mágicamente fluían
al igual que las nubes que veía
sentado en prados de esmeralda
mientras a veces se distraía
silbando a dúo las estrofas
del viento de montañas lejanas,
que viajaba entre aromas
de botánicos frescos y barro.
Donde murmuran los arroyos.
Allí, aquel ser se reencontró.

Imagen seleccionada de Pixabay.


domingo, 10 de diciembre de 2017

Para construir...


Para construir
mi paraíso te necesito,
ya que sin ti
no me sería posible.
Tú eres mi primer deseo.
Tal vez sea egoísta,
pero he decirte que eres libre,
tanto para entrar,
como para permanecer
o para salir alejándote,
dejándome entre bosques de nostalgia.
La última opción me dolería,
pero sería debido a la insipidez
de mis actos,
seguramente no te habría amado
con la atracción
del océano por la luna,
o no hubiera tenido la pasión
de un florido almendro,
explotando de vida
entre la niebla y el frío,
cambiando el invernal paisaje
que hace que el sol
agradecido y sonriente
le envíe ramos de rayos
lapislázuli y anaranjados.
Tal vez me dirás que exagero,
que esto es una locura,
y seguramente
tendrás toda la razón,
pero es lo que siento,
después de todo
sólo soy un loco de amor.

Mateo Redondo Calonge

Poesía comprendida en el libro de poemas “Inolvidable”, de venta en Amazon.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Inquietud en el amor.



Entre roces y palabras tiernas sus corazones se mecían,
mientras sus pensamientos eran cómplices en deseos,
en intentar parar el tiempo y que la noche no avanzase,
tras aquellas pletóricas noches de roces y besos.
Deseaban que el amanecer que emborrona el cielo estrellado
se despistara llegando tarde a su solemne cita.
Aunque no querían que el sueño les venciese
la relajación de sus sentidos evidentemente les alcanzaba.
Les molestaba separarse tras el brillante alba
de amaneceres encendidos con aromas entrelazados,
ya que debían de tomar sendas que se alejaban.
Pensaban que el día bromeaba alargando la jornada
haciendo que sus añoranzas trotasen sin descansar.
¡Estaban inmersos en el amor!
Se completaban el uno al otro con alegría, ilusiones y vida
como una colorida floración en una radiante primavera.
¡Cuántos matices tiene el amor!
Pero, un día mientras uno con ansia esperaba
el otro no se presentó, sin tan siquiera avisó.
¡Ay! Cómo se extendió la loca inseguridad
al que con incertidumbre e inquietud aguardaba.
Más tarde llegó un escueto y quebradizo mensaje
lamentando el no desear continuar la relación.
Tras leerlo aquel que confiaba sin desearlo se sumergió
en sentimientos opacos de decepción que lo arrastraron
hasta el torbellino punzante del desespero.
La pesada desdicha le aprisionó con firmeza
entre su manto de múltiples interrogantes.
¡Qué inmenso es el desasosiego!
Lo que para uno era un profundo romance,
para el otro, tan sólo fue un ardiente escape.
Del que esperaba no salió ningún reproche
ya que el concepto que tenía del amor
era dar y lo primero que había que otorgar
sin ninguna duda era ampliamente libertad.


Mateo Redondo Calonge



Imagen de PicsArt (free to edit).

domingo, 26 de noviembre de 2017

La sorpresa.

La sorpresa.
Tras coincidir sus miradas,
miel una y esmeralda la otra,
se encendieron deseos ocultos
que hasta ese momento
habían dormido camuflados
como gemas en un arroyo.
Notaron el vaivén de los mares
recorriendo sus interiores,
el cual enardeció la impaciencia
en sus rosados despertares,
necesitando con egoísmo saber
si necesitaban un istmo
que entrelazara sus cuerpos
o un sereno estrecho
que uniera sus aguas exaltadas.
Se dejaron llevar por el viento,
con lo que sus labios se probaron,
uno encontró sabor a ciruela
y el otro a granada y uva.
Sorprendidos por todo aquello
caminaron juntos para descubrirse,
despacio, ilusionados, atentos
y por supuesto, cogidos de la mano.

Mateo Redondo Calonge


Imagen de PicsArt (free to edit).

lunes, 20 de noviembre de 2017

Aquel encuentro

El latido de aquel recuerdo
aún perdura en la esfera
de sus memorias activas.
Fue una sorpresa audaz.
El destello de una chispa
hacía dos direcciones opuestas
atrajo sus ingenuas miradas.
No se sabe que les ocurrió,
aunque seguramente
ambos sintieron lo mismo.
¡Qué torpes fueron!
Tal vez se embelesaron
al sentir el recorrido
de esas aguas saltarinas
por sus universos asombrados.
Se perdieron sin darse cuenta
entre los senderos iluminados
de calles con ruidos de coches
y devenir de peatones despistados.
Tal vez se reencuentren, tal vez.
Ojala puedan volver a encender
el fascinante destello
de esa pacifica luna que habita
en sus serenas y sorprendidas almas.
Fue un sábado al atardecer
cuando mirándose se tocaron.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Esperando.

Dormía como una caracola
abrigada por helechos
sobre un diván de algas.
Sus líneas rectas
armonizaban con las redondeces
de sus mullidos labios.
Me hubiera gustado posar
mis impetuosos labios
en su pacífica boca,
pero, no quise sobresaltarla
y esperé resignado
su tranquilo amanecer.
Se desperezó enseñando
sus blancas manos
entre las suaves vainas
de clorofila y lana,
su sonrisa esclavizó mi mirada,
dejándome a la expectativa
de que me recibiera
entre sus cálidos brazos.