miércoles, 11 de enero de 2017

La sorpresa


Quería darle una sorpresa.

Su ponencia se había adelantado un día, al parecer un conferenciante llegaba con retraso, con lo cual se retocó la agenda. La alegría de pensar que volvía antes le hizo realizar una exposición alegre, brillante, transmitió esa chispa en sus explicaciones.

Volvió el sábado por la mañana tras aquel vuelo nocturno.

¡Qué ilusión traía!

Dejó el equipaje sin abrir en el apartamento y se dirigió al centro de belleza que había en el centro de la ciudad. Solía ir una vez al mes como mínimo.

Deseaba estar radiante. Hizo la sesión completa, masaje terapéutico, cremas hidratantes, manicura, retoques en el cabello,...

De vuelta al apartamento fue sonriendo todo el tiempo pensando en su plan. Sabía donde estaría Jaime. Siempre iban a comer los sábados al restaurante de la madre de él, así que se presentaría ella de improviso y le daría a su prometido una inesperada llegada.

Después de enfundarse un nuevo vestido que tenía reservado para una ocasión especial, se dirigió a su coche y condujo de forma relajada con su música favorita.

De alguna manera tenía la sensación de tener aquel día el poder de parar el tiempo y eso le daba un embrujo de confianza que era formidable.

Se dijo a si misma: “Isa, eres una triunfadora”.

El restaurante se encontraba a unos diez kilómetros al sur de la ciudad, en la costa.

No tenía prisa, el tiempo estaba de su parte y todo se estaba desarrollando como ella había planeado.

El corazón se le aceleraba a medida que se acercaba al sitio.

Miró el anillo de compromiso que le había regalado Jaime y tenía unos deseos tremendos de decirle a él que tenían que dar un paso más en la relación.

No quería una boda espectacular, pero si que fuera una fiesta para ellos dos, para las familias y por supuesto también para los amigos de ambos.

Aparcó el coche a unos escasos veinte metros pasada la entrada del restaurante. Al no ser la temporada veraniega el parking estaba con pocos coches estacionados, si Isa lo hubiera querido podía haberse puesto junto a la misma entrada, pero optó por situarse en un punto desde el cual ella podía ver con toda claridad la entrada, pero por el contrario su coche quedaba algo camuflado detrás de un seto, después de todo deseaba con fervor poder dar una grata sorpresa a su prometido.

Vio como el coche de Jaime aparcaba junto a la entrada.

Isa estaba impaciente por salir, pero se mantuvo quieta, debía esperar a que él entrase.

Se quedó boquiabierta al contemplar la mujer que bajó del coche de él, la conocía y sus referencias la calificaban como de una mujer peligrosa, se llamaba Jana y ella misma se denominaba a si misma como un espíritu libre.

Isa pensó que no tenía por qué preocuparse, ya que Jaime estaba enamorado de ella y no tontearía con Jana, después de todo ellos estaban prometidos.

La siguiente secuencia de imágenes para Isa fueron surrealistas, por un momento pensó que su cerebro no procesaba adecuadamente cada uno de aquellos fotogramas que sus ojos estaban viendo.

¡Su prometido y aquella mujer fatal además de besarse se estaban acariciando! Luego entraron en el restaurante.

Isa sintió que se ahogaba, el aire parecía no llegar a sus pulmones, pero no era lo único que no iba bien, sus dedos le dolían y se dio cuenta de que estaba asida al volante con tanta fuerza que tenía tres uñas rotas, pero la cosa no acababa ahí, las nauseas se estaban apoderando de ella y como pudo abrió la puerta del coche en un intento de volver a notar su respiración.

Comenzó a realizar ejercicios de ventilación pulmonar, mientras su cuerpo intentaba vomitar en vano, ya que no tenía nada en el estómago y una sensación de vértigo se apoderaba de ella, así como los sonidos de las cosas los recibía a intervalos.

Tardo un buen rato en recobrar su armonía.

Volvió a mirarse en el retrovisor y vio que era otra mujer diferente a la de hacía  unos momentos, en su rostro habían sendas oscuras que bajaban desde sus ojos, sus labios estaban fatales, sin perfilar, pintados grotescamente y su semblante era demacrado.

No obstante permaneció allí sin moverse, no se atrevía a conducir, sus manos estaban temblorosas y su sentido del equilibrio todavía no estaba recuperado.

Utilizó varias toallitas desmaquillantes para volver a poner orden en su rostro, también se arregló las uñas como mejor pudo y poco a poco recuperó el esplendido color natural de sus mejillas, también volvió a un ritmo respiratorio adecuado.

Aquello no podía quedar así, nunca le habían roto el corazón de aquella manera, no se lo merecía, tan sólo había sido una enamorada bastante ingenua.

Andando se dirigió al coche de Jaime mientras se quitaba el anillo de compromiso.

En un principio iba a dejar el anillo puesto en el limpiaparabrisas, pero una oleada de odio surgió de su interior y recorrió como una exhalación su cuerpo alcanzando su mente.

Sujetó con firmeza el anillo y comenzó a pasar el brillante por el cristal delantero de aquel coche haciéndolo de forma ondulada, repitió la operación dos veces más y luego prosiguió por el resto de cristales del coche, pero aún así aquello no aplacaba la rabia que sentía, con lo que cogió el anillo por el brillante y comenzó a rascar con el aro del anillo el capó del coche, cuando se dio cuenta que aquello tampoco la iba a aplacar levantó el limpiaparabrisas, metió el anillo en él y dobló la varilla.

Montó en su coche y se alejó de aquel sitio que hasta ahora para ella había sido idílico y ahora lo maldecía, mientras sus ojos se nublaban con nuevas lágrimas que ella estaba atenazando para que no surgieran, mientras sin darse cuenta apretaba las mandíbulas viendo por el espejo retrovisor como el restaurante se iba empequeñeciendo a medida que avanzaba hacia su casa.