lunes, 5 de febrero de 2018

Donde murmuran los arroyos.

Donde murmuran los arroyos.
Allí fue aquel ser fragmentado.
Había deambulado engañado
entre gente que sonreía,
se topó con una farsa
de materialismo y apariencia.
Su confianza se desvaneció
como la niebla bajo el sol.
Ahora necesitaba encontrar
aquella sencillez perdida,
borrar el amargor acumulado
y reintegrarse en sí mismo.
Donde murmuran los arroyos.
Allí fue aquel ser fragmentado.
Hurgó con su sensibilidad
en todos los detalles,
contempló los espectros
hasta poder reconocer
la ferocidad de la enredadera,
el frescor del recodo escondido
entre curvas de rocas pintadas
de frondosos humedales,
encontró los lumínicos rayos solares
atravesando malezas, copas y ramas,
reflejándose en pizarras, en granitos,
en la misma fría agua que saltaba
de escalón en escalón susurrando.
Donde murmuran los arroyos.
Allí fue aquel ser fragmentado.
Tratando de reconstruir su alma
defraudada por indiferencias,
por postureos intranscendentes.
Necesitaba esperanzas sencillas
de seres sin cadenas de egoísmos.
Poco a poco su vibración mejoró
entre los cantos del agua y la luna,
mientras los días mágicamente fluían
al igual que las nubes que veía
sentado en prados de esmeralda
mientras a veces se distraía
silbando a dúo las estrofas
del viento de montañas lejanas,
que viajaba entre aromas
de botánicos frescos y barro.
Donde murmuran los arroyos.
Allí, aquel ser se reencontró.

Imagen seleccionada de Pixabay.