Se había levantado tarde. De
madrugada se despertó y tras una obligada visita al baño volvió a la cama, estuvo
un rato dando vueltas, cerró los ojos pensando en lo que tenía que hacer y
sin darse cuenta se durmió. Aún así la mañana fue productiva, repuso la despensa,
fue rápida la compra, luego repasó el apartamento, incluso puso una lavadora,
tendió la ropa y se preparó para comer unos macarrones en el horno que le
quedaron con la bechamel crujiente.
Miró el reloj y se asombró
de todo lo que había realizado.
Se sentía alegre, dinámica,
"hoy es un día especial" se dijo.
Comenzó a arreglarse, sin
prisas, tomándose su tiempo, luego salió a la calle, necesitaba ver diversidad,
contemplar calles iluminadas con atractivos escaparates, con lo que se encaminó
al suburbano para ir al centro, en el trayecto aprovecharía para seguir leyendo
una novela corta que le había recomendado una amiga, Dudas Inesperadas, la
había comprado en Amazon.
Abrió los ojos y tras
consultar el reloj se dio cuenta que había estado dormido unos veinte minutos.
La ligera jaqueca que había
tenido durante todo el día afortunadamente había desaparecido. Aquella
persistente molestia le ocurría casi todos los sábados, siempre lo achacaba al
estrés diario acumulado y cuando llegaba el primer día de descanso aparecía.
La televisión de fondo
murmuraba un noticiario con el cual se había dormido después de comer, pensó de
consultar la programación de las diferentes cadenas, pero no, no iba a quedarse
en casa aquel día, con un movimiento rápido cogió el mando y apagó el
televisor.
Tenía ganas de salir, de
moverse, de mezclarse entre la gente, de caminar por las calles y plazas.
El vagón iba prácticamente
vacío, disfrutó de aquella serenidad que incomprensiblemente sentía.
La siguiente parada era la
suya, Urquinaona, bajaría paseando por la Vía Laietana, giraría a la derecha
por la calle Comptal, la cual estaba llena de tiendas, algunas centenarias,
recorrería la calle observándolo todo, luego desembocaría en la avenida Portal
de l’Àngel y una vez allí decidiría por qué calles de la derecha adentrarse, que
eran las que iban a parar a Las Ramblas.
Hasta ese momento no se había
percatado de la mujer que sentada enfrente suyo leía, no recordaba haberla
visto subir y tampoco si se había sentado después, pero no importaba, era agradable
ver leer en un transporte público, era una muy buena manera de aprovechar el
tiempo en los trayectos.
La historia del libro era de
fácil lectura, cronológica, pero ella, a diferencia del libro, no había tenido
un encuentro que la impactara. Recordó sus años de instituto, sus primeros
besos, aquellos que todos eran de plenitud, en aquellos momentos hubiera
deseado que el tiempo se detuviera, recordó también aquellas tardes que se hacían cortas entre
abrazos y besos, tiempos de quinceañera enamorada. Siguió leyendo y deseó
encontrar a su ser especial, igual que en el libro, pero posiblemente antes.
"¡Qué cosas pienso! Estoy combinado esta historia conmigo", se dijo.
Sintió nostalgia de algunos
retazos de su memoria, pero no todo había sido feliz, algunos hechos le habían
dolido, bloqueó esos recuerdos, ya no existían y además estaban superados, era
libre y tenía esperanzas.
Sé resuelta, independiente
le habían dicho siempre sus padres. ¡Vibra! Según una extraña teoría de su padre
todo el mundo vibra o emite un sonido en una determinada frecuencia, invisible,
pero las personas sin ser conscientes se atraen, tienden a agruparse
misteriosamente cuando sus frecuencias tienen la misma similitud.
Levantó la vista y se
percató que su parada era la próxima, cerró el libro electrónico y lo guardó
en su bolso. Se levantó del asiento cuando vio las luces de aquella estación de
metro, la mayoría de las personas que allí se bajaban se levantaron al mismo
tiempo que ella, incluso aquel hombre que estaba delante de ella.
El brusco frenazo hizo
tambalear a todos. La joven dio un traspiés, aquella maniobra del vagón le hizo
presentir que se iba a caer.
Sin pensárselo el joven
cogió por la cintura a la mujer, temió que pudiera caer y hacerse daño, la
aguantó para evitarlo.
El rostro de la mujer pasó
de una expresión de preocupación a sonreír, alegrándose de ser ayudada.
Él se la quedó mirando
embelesado, el aroma de su cabello en movimiento, aquella espontánea sonrisa de
agradecimiento, el brillo de sus ojos y además por una milésima de segundo
habría jurado que todo había desaparecido eclipsado por el rostro de la mujer.
Ella sintió la profundidad
de la mirada de él, era como si ansiara conocerla, como si estuviera
sorprendido por algo, le recordó la mirada de un niño buscando la explicación
de un hecho mágico, notaba la calidez de la mano de él en su cintura.
Ninguno de los dos podía de
dejar de mirar al otro, sus ojos transmitían la alegría y curiosidad que
sentían.
El tren suburbano emitió unos
sonidos de aviso, tras los cuales las puertas se cerraron poniéndose nuevamente
en marcha, avanzando rumbo a la siguiente estación.
A ellos no les importó pasarse
de parada, ni siquiera fueron conscientes, los dos seguían de pie en el centro
del vagón, parecía que fueran a comenzar a bailar, él la tenía cogida por la
cintura y ella con algo de timidez había puesto su mano en la espalda de él.
Estaban incrédulos de estar
viviendo aquello que habían soñado y de ser los protagonistas de aquel encuentro
que hasta ese momento sólo pensaban que existía en los libros.
Tenían que hablarse, pero
ninguno se atrevía a romper aquel mágico silencio lleno de innumerables deseos.
Se dejaron llevar y con una
delicada naturalidad sus cuerpos se unieron, con el mismo magnetismo de dos
imanes.
Continuará..…o
no..…, depende de vuestros comentarios.