El
árbol imaginario
que
construimos
con
nuestro amor
se
está secando.
Ha
pasado el tiempo
y
sus raíces son superficiales,
no
han hondado.
No
se posarán los pájaros
en
sus ramas incipientes.
No
lo hemos cuidado.
Pasa
días sin agua,
sin
sentimientos desbordados,
sólo
lo embarga el frío
en
esa espera que lo desespera.
Nos
olvidamos de darle el calor
de
un sol de primavera
en
sus atardeceres nublados.
Tal
vez aún estemos a tiempo de revivirlo,
pero
hemos de ser sinceros.
Lo
nuestro no debe ser
como
un libro en una estantería,
cogiéndolo
de vez en cuando
o
sólo para adornar.
Nuestro
amor debe florecer
con
una explosión de colores,
de
deseos, de épicas pasiones.
No
debe ser una rutina,
sino
que nos sorprenda cuando nos miramos,
que
descubramos el uno al ver al otro
un
latido fresco y ardiente,
nuevo
y de ayer,
que
todo en nosotros se contradiga,
y
que de repente al aproximarnos
podamos
sentir el romper de olas
en
nuestro sereno mar.
Poesía incluida en el libro de poemas Inolvidable.
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