Eran
días de aire galopante
de
fantasmales voces
silbando
entre las rendijas,
de
ululantes conciertos
entre
cimbreantes ramas,
de
flotantes hojas rotas
arrancadas
de cuadernos desechados.
Hastiado
del confort
y
de las mil imágenes,
salí
a sentir
los
soplos curvados
con
vectores dispares.
Se
coló entre mi ropa,
con
ímpetu, con ansia,
eso
era lo que yo quería,
notar
su fuerza indómita,
sentir
bailar los cabellos
con
su golpe de voz.
¡Ayúdame!
Le
dije gritando.
¡Llévate
mis cargas!
¡Mueve
mi plácida vida!
¡Quiero
vibrar!
Nada
de seguir templado,
quiero
arder, quiero sentir el hielo,
detesto
mi pétrea comodidad,
deseo
sentir el galope
de
mi tranquilo corazón,
por
amor, por cien emociones.
¡Sacude
mi existencia!
Quiero
poder decir
yo
hice esto,
a
mí me pasó aquello,
allí
estuve,
¿qué
me vas a contar?
Todo
eso y más deseo vivir.
Se
acabaron las teorías,
suspiro
por experimentar,
por
vivir
la
precariedad de los días.
¡Arrecia
sin dudarlo!
Pues
quiero ver
todos
los colores,
saborear
todas las aguas,
oír
todos los instrumentos
y
sentir la pasión en unos labios.
Mateo
Redondo Calonge
“Hace
ya algún tiempo que desee
todo
lo que expongo en este poema
y
os he de decir que a partir
de
ese lúcido momento
todo
mi paisaje cambió”.
Este
poema está incluido en el libro
Pensamientos
de una gota que cayó
de
una nube.
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