Eran días de aire galopante
de fantasmales voces
silbando entre las rendijas,
de ululantes conciertos
entre cimbreantes ramas,
de flotantes hojas rotas
arrancadas de cuadernos desechados.
Hastiado del confort
y de las mil imágenes,
salí a sentir
los soplos curvados
con vectores dispares.
Se coló entre mi ropa,
con ímpetu, con ansia,
eso era lo que yo quería,
notar su fuerza indómita,
sentir bailar los cabellos
con su golpe de voz.
¡Ayúdame!
Le dije gritando.
¡Llévate mis cargas!
¡Mueve mi plácida vida!
¡Quiero vibrar!
Nada de seguir templado,
quiero arder, quiero sentir el hielo,
detesto mi pétrea comodidad,
deseo sentir el galope
de mi tranquilo corazón,
por amor, por cien emociones.
¡Sacude mi existencia!
Quiero poder decir
yo hice esto,
a mí me pasó aquello,
allí estuve,
¿qué me vas a contar?
Todo eso y más deseo vivir.
Se acabaron las teorías,
suspiro por experimentar,
por vivir
la precariedad de los días.
¡Arrecia sin dudarlo!
Pues quiero ver
todos los colores,
saborear todas las aguas,
oír todos los instrumentos
y sentir la pasión en unos labios.
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