miércoles, 10 de septiembre de 2014

Recuerdos.

Recuerdos.
Algunos se me agolpan
retornando en el viento
como un boomerang plateado,
su elipse
tiene cientos de lunas
en su diámetro estelado.

Primavera.
Aquel año llegó
rematando con sus aguas
el frío que quedaba,
entre bolsas de plástico vacías
y gabardinas mojadas,
así una tarde se encontraron
 y la vida estalló
en aquella semilla dormida
que entre piedras y arena
su tallo irrumpió
con la energía de su luz interior.

Verano.
Brisas de salamandras enamoradas
confirieron frescor a su alrededor
eludiendo las sierras de fuego
que devastan sin razón.
Alegres ondinas azuladas
regaron con agua brillante
el incipiente árbol que brotó.

Otoño.
Entre dulces mimos e ilusiones,
deseando ver más allá
un ángel lo protegió
de riadas callejeras
y de torbellinos de espectros viejos,
haciendo que creciera,
siendo visible en las esferas
tras dos días de beber azahar.

Invierno.
Un luminoso padrino
atento lo miraba,
desviando las heladas
de alientos gélidos,
así resguardado y vivo
crecía y se ramificaba
esperando la estación propicia
donde su flores
a frutos jugosos y delicados
sencillamente transmutaría.

Ahora,
tiene la altura adecuada
con frutos anuales
y en su tronco
hay corazones dibujados

por viajeras estrellas risueñas.

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